Dentro de las patologías bucodentales, las más conocidas por afectar a gran parte de la población son las caries y las enfermedades periodontales, es decir, la gingivitis y la periodontitis. También es muy común acudir al dentista por problemas de alineamiento dental y maloclusión, así como en busca de un tratamiento de blanqueamiento para mejorar el aspecto estético de la sonrisa. Sin embargo, existen otras enfermedades menos conocidas y prevalentes, pero que conviene conocer y aprender a detectar, como la lengua geográfica. Este es el caso también del síndrome de la boca ardiente, del cual hablaremos en este artículo.
¿Qué es el síndrome de la boca ardiente?
El síndrome de la boca ardiente o ardor bucal también se conoce como glosodinia o estomatodinia, y se trata de una patología bucal compleja en la que existe hormigueo, ardor o quemazón doloroso crónico o recurrente en la boca sin causa aparente. Lo más común es que aparezca de forma bilateral en la punta o en los laterales de la lengua, pero estas molestias también pueden afectar a los labios, las encías, las mejillas, el paladar, la parte posterior de la garganta u otras áreas de la boca.
Tiene una prevalencia de entre un 1-3% en países desarrollados y afecta con más frecuencia a mujeres postmenopáusicas, a partir de los 50 o 60 años. Generalmente, aparece de forma repentina, aunque su desarrollo también puede ser gradual, y no suele acompañarse de signos o lesiones objetivas y visibles que lo evidencien. Su intensidad y duración son variables, pudiendo aparecer durante unas semanas o incluso durante años. No se trata de un problema grave para la salud, pero sí muy molesto que afecta al bienestar.
En función de las fluctuaciones diarias de los síntomas, el síndrome de la boca ardiente se clasifica en tres subtipos:
- Tipo I: los síntomas están ausentes al despertar, pero van empeorando conforme avanza el día. Este es el subtipo más frecuente, hallado en un 65% de los pacientes que presentan este problema, y se asocia a déficits nutricionales y trastornos psicológicos.
- Tipo II: los síntomas son continuos durante todo el día. Afecta a un 26% del total de pacientes con el síndrome y se relaciona a problemas crónicos de ansiedad.
- Tipo III: la presentación de los síntomas es intermitente. Es el menos frecuente, afectando apenas a un 10%, y se debe normalmente a una alergia alimentaria.
Síntomas de la boca ardiente
El síndrome de la boca ardiente es difícil de diagnosticar, ya que no presenta signos identificables por un dentista u otro profesional. Estos son los síntomas que suelen darse en el síndrome de la boca ardiente:
- Sensación de ardor o quemazón, por lo general, en la lengua.
- Hormigueo o entumecimiento de la boca.
- Xerostomía o sequedad bucal, con aumento de la sensación de sed.
- Pérdida del sentido del gusto o alteraciones en el mismo, con un gusto amargo o metálico.
- Mayor intensidad de las molestias al final del día, lo que dificulta la conciliación del sueño.
- Dolor ausente durante la noche, es decir, no es común despertarse por el dolor.
Causas del síndrome de la boca ardiente
La etiología es desconocida, aunque se asocia a problemas de naturaleza psicológica, como la ansiedad, el estrés y la depresión. Aproximadamente un tercio de los pacientes identifica el inicio del síndrome con un tratamiento odontológico, una enfermedad reciente o un medicamento no habitual. El síndrome de la boca ardiente se puede clasificar en primario o idiopático, si no existe otro problema médico subyacente (los expertos creen que en este caso el síndrome respondería a daños en los nervios que controlan el gusto y el dolor), o secundario, si está causado por otro problema, el cual sería el objetivo del tratamiento. Las causas más frecuentes son:
- Cambios hormonales, de ahí que afecte con mayor frecuencia a mujeres postmenopáusicas.
- Alergias a productos dentales o alimentos.
- Boca seca, ya sea debido a otras patologías o por el uso de determinados medicamentos.
- Trastornos metabólicos, como la diabetes.
- Carencias nutricionales, como un déficit de vitamina B12 o de hierro.
- Infecciones en la boca.
- Reflujo de ácido estomacal.
Los factores asociados a la aparición del síndrome de la boca ardiente se clasifican en:
- Factores locales: aquí se incluyen los daños a los nervios, los hábitos parafuncionales (por ejemplo, el bruxismo) y la disfunción de las glándulas salivales.
- Factores sistémicos: es decir, la menopausia, que produce cambios hormonales, la diabetes, que mal controlada produce complicaciones neuropática, las deficiencias nutricionales, especialmente de hierro, B12 y B9, y los fármacos.
- Factores psicológicos o psicosomáticos: no están exentos de controversia, pues no está claro si la ansiedad y la depresión preceden a la aparición del síndrome o si son una consecuencia por el constante dolor y estrés que provoca.
¿Qué tratamiento existe para la boca ardiente?
Debido a que no existe una causa única para el origen del problema, no existe tampoco un tratamiento establecido. Se debe tratar de identificar el factor principal etiológico y eliminar todos los demás factores que puedan estar dañando las mucosas.
Medicaciones tópicas
Su objetivo es disminuir la sensación de quemazón y, además, si se utilizan productos son sustancias humectantes o estimulantes de la salivación (sialogogos), se mejoran también los síntomas de la xerostomía asociada. Consisten en la administración de clonazepam de 1 mg tres veces al día, capsaicina tópica, geles con aloe vera y protectores linguales.
Medicaciones sistémicas
Estas medicaciones están contraindicadas en el caso de sequedad bucal, pues agravan los síntomas al tratarse de antidepresivos tricíclicos como la imipramina y la amitriptilina, Algunos síntomas parecen mejorar con la ingesta de ácido alfa lipoico, un potente antioxidante.
Combinación de psicoterapia y farmacología
En casos relacionados con problemas psicológicos, la psicoterapia ayudará a resolver los factores psicológicos implicados en el síndrome de la boca ardiente, mientras que la medicación actúa aliviando los síntomas.
Por último, cabe mencionar que no existe prevención conocida para este síndrome, pero abandonar el tabaco, evitar alimentos ácidos, comidas picantes y bebidas carbonatadas, y manejar el estrés, pueden reducir las molestias o evitar que empeore.
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